Qué difícil es ser dios

Hace muchos años, en la época en la que el vídeo era el rey de los fines de semana de invierno de los adolescentes sin dinero como yo, alquilábamos todo lo que estaba en el estante de ciencia-ficción sin importar la calidad o la nacionalidad de la película, algunas eran intragables, otras bastante conocidas y algunas eran verdaderas joyitas del género. Así fue como conocimos «El poder de un dios» una película de ciencia-ficción alemana de finales de los 80. La película no tenía grandes efectos especiales ni batallas épicas, tampoco la hemos vuelto a ver en ningún sitio o plataforma, pero se nos quedó grabada la historia y lo que planteaba, nos pareció una idea genial y siempre la recordamos como una de nuestras pelis preferidas. Hablo en plural porque nos impactó al que por entonces era mi novio y hoy, treinta y tantos años después, sigue a mi lado comentando la película.

En multitud de ocasiones al hablar sobre películas que nos han impactado, hemos sacado «El poder de un dios» pero como nadie la conocía se quedaba en que sería una de esas cosas raras que solo vemos nosotros. El verano pasado afortunadamente volvió a salir el tema pero, en esta ocasión, delante de la única persona de mi familia que creo que es más «friki» que yo porque además de devorar libros es un gran cinéfilo. En seguida nos dijo que había oído hablar de la película, que nunca había conseguido verla pero que el libro estaba genial. No sabía que la película estaba basada en un libro pero desde ese momento leerlo se convirtió en uno de mis objetivos y hoy ya está cumplido.

Lo primero que tengo que decir es que a pesar de que la película nos encantó, no le hace para nada justicia al libro. Creo que hay una versión más reciente hecha en Rusia y que seguramente veré.

En un futuro donde la Tierra ha alcanzado elevados niveles de educación y de bienestar para todos sus habitantes y donde las ciencias y la investigación se han puesto al servicio de la humanidad, los viajes espaciales han posibilitado el acceso a multitud de mundos y en muchos de ellos hay también humanos en diferentes fases de su historia. Los historiadores terrestres se dedican a estudiar estas sociedades en vías de desarrollo y a elaborar teorías sobre las diferentes etapas del progreso humano sus causas y sus consecuencias. La principal tarea de estos historiadores es mirar sin intervenir en los acontecimientos, ser simplemente los transmisores de la historia y vivirla en directo como meros espectadores para después desgranarla y ver todo el conjunto, en todo caso se permiten guiar a algunos eruditos con algunas pizcas de conocimiento para que todo vaya un poco más rápido y en la dirección deseada que es alcanzar un bienestar como el que hay en la Tierra.

En uno de estos planetas se encuentra el reino de Arkanar, sumido en una Edad Media muy parecida a la nuestra, don Rumata es un noble de una estirpe muy antigua que en realidad ha sido suplantado por Anton, uno de los historiadores de la Tierra. Después de algunos años como observador, Rumata ha llegado a establecer algunas relaciones en el mundo que ha venido a estudiar. A pesar de que pertenece a la nobleza, no puede evitar sentir empatía por la gente que le rodea, desde su pequeño criado hasta los otros nobles con los que se relaciona. Y este es el argumento principal del libro, cómo ver lo que pasa sin actuar, cómo poner las corrientes de la historia por delante de la gente con la que convives y que no pueden ver más que sus vidas y necesidades y no las consecuencias que tendrán en el futuro, en definitiva cómo ser un dios.

Además del argumento que me parece genial, el libro se lee de un tirón porque está muy bien escrito. Puedes leer muchos libros sobre la Edad Media y sobre guerras y penalidades, pero aquí puedes oler la suciedad, la mugre y sentir el mismo asco que siente Rumata al andar por las calles de Arkanar; la brutalidad de la gente acostumbrada a la violencia, el servilismo de los que solo quieren vivir ellos sin importar lo que les pase a sus vecinos, el alcohol, las torturas y el miedo al poder, el triunfo de los mediocres y del clero, el odio a todo lo que represente conocimiento y cultura. Pero en medio de todo esto también hay destellos de humanidad, empatía y curiosidad por mejorar las cosas.

Un libro muy recomendable para pensar y usar la mente mientras pasas un buen rato de lectura.

Próximo libro «La mano izquierda de la oscuridad» (Ursula K. Le Guin)

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