La última novela de Almudena, ya solo por eso el sabor es agridulce. Este verano ha estado lleno de crisis, en lo personal y en lo profesional y coger cada noche un libro titulado «Todo va a mejorar» me ayudaba y me obligaba a decírmelo a mi misma.
Las novelas a las que Almudena nos tenía acostumbrados a sus lectores eran introspectivas y últimamente, centradas en la Guerra Civil o la etapa franquista. En este libro sorprende con una distopía con origen en la pandemia originada por el Covid-19 y el confinamiento posterior.
Un empresario acaudalado tiene un revelación cuando ve lo fácil que es confinar a toda una población y manipularla a través del miedo al contagio. Idea todo un plan para convertir a España en una gran empresa, dirigida por él y con el beneplácito y la adhesión a sus ideas de cada país de la Unión Europea deciden «apagar» internet y aislar a la población. Un par de pandemias orquestadas y sus «nuevas normalidades» subsiguientes convierten el país en una burbuja aislada, donde las noticias las pone el gobierno, no hay comunicación con el exterior y la gente es animada a consumir, trabajar y seguir consumiendo sin poder pararse a pensar en otra cosa.
Pleno empleo, enormes ganancias para los ricos, repoblación de zonas vaciadas, ese es el resultado de gestionar la gran empresa España. La disolución del parlamento y la desaparición de los elementos críticos se vende como actos terroristas de grupos antisistema. Todo parece funcionar como un reloj, pero evidentemente hay disidencia que poco a poco se va organizando para plantar cara a esa extraña dictadura de felicidad obligatoria.
Es un libro que da bastante miedo, no por que lo que viene reflejado se podría llegar a cumplir si no por que se está cumpliendo, por que leyendo sus páginas descubrimos una realidad que se parece demasiado a la nuestra y por que estamos perdiendo la capacidad de crítica que podría parar todo eso. El final del libro es un mensaje de esperanza, todo va a mejorar, ojalá que despertemos antes de sea demasiado tarde.
Almudena estuvo escribiendo el libro durante sus últimos meses de vida, no le dio tiempo a terminar el último capítulo que está escrito por su marido Luis García Montero como explica en la nota final. Su obra póstuma nos deja huérfanos, tristes y con la conciencia de que su voz era muy necesaria.

Próximo libro «Tres enigmas para la organización» (Eduardo Mendoza)